Fabrizio Inllire
Palindromista
Palindromista
Al llegar al cine pregunté, y después de un par de veces de insistir me dijeron que era arriba, en el último piso. Con ánimo conspiracionista pensé: nos ponen lejos, nos tiran en un rincón cosa que nadie por error nos conozca... no vaya a ser que se enamoren de estos juegos de ida y vuelta.
Al fin en el quinto piso, el más alto, comenzó mi sorpresa: éramos bastantes, ¡bah! muchos.
Después las sorpresas no dejaron de llegar.
El documental de Tomás, perdón Tomás, el documental de todos nosotros, además de su exquisita belleza sonora y visual, nos invade, en un tiempo que se pasa rapidísimo, con todas las experiencias de los muchachos y muchachas, esos locos y locas felices palindromistas.
Un film bello, bellísimo, como la eterna juventud y sonrisa de Sylvia Tichauer al piano y sus alegres agudos.
Otra sorpresa ocurre en la mitad: pero mejor va a ser no contarla.
Insisto: ¡qué bueno que está!
Cuando terminó la función y me retiré pensé otra vez en todas esas malditas escaleras que bajar, y en la altura donde me encontraba y ahí, sí Tomás, justo ahí entendí el porqué nos habían dado este lugar. Ellos no eran malos... nos habían puesto acá porque el documental merecía lo más alto del podio.
Postdata 1: cuando de chiquitos salíamos de ver una peli de Karate Kid o de Kung Fu lo hacíamos tirando patadas, yo salí del cine jugando con las palabras y como bien dice Tomás "el dios palindromista me sacudió con su azar".
Posdata 2: que "VIVA EL PALINDROMO".
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